Hay experiencias que si se desean expresar las
palabras resultan insuficientes. Aquellas vivencias en las que se mezclan
sensaciones nuevas, impresiones edificantes y emociones gratas se les desean martillar en alguna parte de
la memoria donde nunca se pierdan. Pues su solo recuerdo sigue teniendo la
capacidad de trasformar a aquel que las vivió.
Hace apenas unos días viví una de esas experiencias, así que, me
adelanto a confesar que las palabras que contienen este texto no llegarán
siquiera a describir someramente la magnífica vivencia que ahora me acompaña
solo en recuerdo.
Todo comenzó a finales del mes de julio, cuando llegué a la ciudad
de Oaxaca a pasar algunos días de vacaciones. Recorriendo los lugares de
interés turístico llegué al centro académico y cultural San Pablo. Ahí conocí
uno de los proyectos que la Fundación Alfredo Harp Helú lleva a cabo en pro de
la lectura: las bibliotecas móviles ANDO
LEYENDO, LEYENDO ANDO, que visitan las 22 comunidades de la Sierra norte,
conocida como Sierra Juárez, del estado de Oaxaca.
Aunque era un día festivo
en Oaxaca, aquel lunes 23 de julio, pude entrevistarme con Socorro Bennetts,
quien entre otros proyectos coordina este de las bibliotecas móviles. Como
resultado de nuestra plática me sentí contagiada por la causa en la que
colabora Socorro y decidí unirme. Días después llegaron a las oficinas de la
Fundación algunos juegos de mis tres novelas que fueron donadas a las
bibliotecas móviles.Confieso que desde que las envié sentí una especie de
curiosidad y buena intuición sobre lo que pasaría después.
En contacto por correos electrónicos y llamadas, acordamos que los
primeros días de noviembre subiría a la Sierra Juárez a acompañar la labor que
Jorge Andrade y Aníbal Luis realizan mediante la Biblioteca Móvil 1 y 2.
En medio del ajetreado ritmo de ferias de libros y conferencias en
Casas Hogares y Centros educativos que hoy por hoy conforman mi rutina, aquellos
días en la Sierra resultaron para mí un remanso, un oasis, un respiro. No sé
siquiera porqué intento describirlos. Si bien, había escrito ya: “hay
experiencias que si se desean expresar las palabras resultan insuficientes”,
conocer la Sierra norte de Oaxaca de la mano de las bibliotecas móviles fue
para mí una de esas experiencias.
Dejará huella en mi vida porque lo he visto y comprobado por mí
misma, ya nadie tendrá que contarme el increíble impacto que esas personas
(todo el equipo que trabaja en FAHHO), esa camioneta y esas páginas están
provocando en aquellas comunidades lejanas de la Sierra.
Los habitantes de los poblados de la Sierra norte, aún sin
saberlo, al acercarse contentos a las camionetas ANDO LEYENDO, LEYENDO ANDO están transformando sus vidas. Los
libros, quietos y amigables, están provocando mentes decididas a rescatar y
defender sus raíces; a volar a horizontes de otra forma imposibles de conocer;
despertando la imaginación, construyendo mentes creativas y abiertas,
dispuestas siempre a aprender.
Aquellos fueron días gratos de paisajes
increíbles, cálida acogida de los lugareños de todas las edades y de
un acercamiento real a la rica cultura indígena de nuestro país.
Personalmente, pude conocer a mis lectores de esta
parte del país, los cuales me sorprendieron por su magnífico recibimiento y sus
profundos análisis sobre los textos. Jóvenes de mirada curiosa y sonrisa
amplia.
Peco de egoísta, pues sigo
sin animarme a hacer una completa descripción o crónica de aquellos días. La
experiencia vivida, las sonrisas intercambiadas, las pláticas, en fin, el
tiempo compartido con la maravillosa gente de aquellas comunidades no lo
contaré. Lo dejaré sólo en mi memoria, “no sea que contándolo lo vaya yo a
gastar”. Me lo quedaré para gozarlo yo solita y recordarlo cada vez que quiera
vencerme en la ardua faena de promover y defender la lectura como escudo ante
cualquier catástrofe. Recordaré complacida que esta causa, la de los libros, la
comparto con gente maravillosa como la que forma parte de FAHHO.
O
quizá en el fondo no sea egoísmo el no quererlo contar, tal vez sea lo
contrario: el deseo de que todo aquel que lea estas líneas pida descubrir por sí mismo esta rica experiencia y, cada vez seamos más los que
unimos con FAHHO nuestros esfuerzos en pro de la lectura o de lo que es lo
mismo, de un mundo mejor.
Dejo
un sincero agradecimiento a la fundación Alfredo Harp Helú (FAHHO) por
permitirme ser parte de su magnífica labor, el día de mañana cuando las
comunidades de los pueblos indígenas de esta parte de nuestro
país, continúen conservando sus tradiciones, acrecentando su espíritu
crítico y de reflexión; y renueven su fe en la grandeza de los hombres, ¡ya
sé a quiénes agradecerles!